viernes, 19 de julio de 2013

Contexto histórico

Contexto histórico



Autores como Luis Alfonso Gámez, Ricardo Campo o Neil deGrasse Tyson han insistido en la gran importancia de los antecedentes históricos que rodeaban el nacimiento y la popularización del término O.V.N.I.


A finales del siglo XIX y principios del XX, Percival Lowell había publicado varias obras sobre Marte, en las cuales postulaba que las líneas oscuras divisadas por Giovanni Virginio Schiaparelli en la superficie marciana constituían una red de canales, creados por una civilización inteligente, para traer agua desde los polos al ecuador del Planeta Rojo. Pese a que las observaciones de Lowell se revelarían erróneas, el público en general consideró la existencia de vida extraterrestre inteligente y cercana a la Tierra como un hecho probado científicamente. El astrónomo y divulgador científico Carl Sagan (1996, p. 232) indica que la Mariner 9 refutó esa posibilidad cuando fotografió la superficie del Planeta en 1971.

En 1944 la Luftwaffe había conseguido hacer operativo el Heinkel He 178. El motor de este avión sorprendió por su sencillez al no necesitar bielas, pistones, cigüeñal, aceite y los demás elementos utilizados hasta el momento. También su velocidad, cercana a los 700 Km/h, dejaba bastante atrás a los mejores aparatos de la época, caso del Supermarine Spitfire. Como tercera virtud se puede destacar su maniobrabilidad. Además el aparato en sí ya era sorprendente para personas poco introducidas en el mundo aeronáutico por no tener hélices que lo impulsaran. Aparatos como este y tantos otros que le siguieron comenzaron a implantar en el ciudadano corriente la idea de que se investigaba sobre nuevos modelos aéreos, bastante diferentes de los anteriores y con unas prestaciones muy superiores. 


Un efecto más contundente si cabe para la opinión pública lo causó el V2. Este misil balístico dejaba muy atrás a lo que podían presentar naciones como la URSS o Estados Unidos. La V2 era capaz de mover una carga útil de casi una tonelada, a varios cientos de kilómetros y a velocidades que superaban con mucho la del sonido, según Nigel Hawkes (1992, p. 193) dicha velocidad se consideraba "barrera" infranqueable para un ingenio humano, pese, continúa Hawkes, a que las balas de fusil ya viajaban a esa velocidad desde hacía décadas. Este portento de la ingeniería abrió nuevamente la mentalidad del público en general e hizo ver como posible que un ingenio de origen inteligente causara imágenes que antes se hubieran tomado por espejismos, resplandores, relámpagos o cualquier otra explicación natural. 







El 16 de julio de 1945 tuvo lugar en Álamo Gordo la Prueba Trinity, con la que culminaba el Proyecto Manhattan. Dicha prueba, junto a la utilización posterior de una bomba de uranio y otra de plutonio, demostró que se podía conseguir gran cantidad de energía con poca masa. Pero, al mismo tiempo, se descubría un nuevo tipo de arma, con una capacidad destructiva incomparable, lo cual supuso un salto cualitativo en el tipo de guerra que podría librarse. Asimismo, también se dio el pistoletazo de salida para una carrera de armamentos entre los Estados Unidos y la URSS junto a una carrera de información para conocer cada bando el nivel alcanzado por su oponente. Aunque actualmente se sabe que la tecnología soviética estaba por detrás de la estadounidense, había dos campos donde si llevaban cierta ventaja: uno era el misilístico, como se verá más adelante, y el otro fue la capacidad de guardar sus secretos. El régimen de Iósif Stalin era una dictadura férrea, con un control considerable de la información producida y difundida, por lo que las apariencias eran más fáciles de guardar. Unido a esto, las inmensas proporciones del país le concedían una profundidad estratégica sin igual, lo que hacía imposible observar todo su territorio, aunque sólo fuese indirectamente, desde ningún punto de su frontera, por muy alto que se alzara el observador.
Como ha recogido posteriormente John Lewis Gaddis (2008), los soviéticos podían amenazar con misiles que no tenían y esgrimir divisiones con las que no contaban, o al menos en determinados momentos, porque las agencias de información al principio tenían un gran desconocimiento de lo que sucedía en el interior del país enemigo. La recién creada CIA (Agencia Central de Inteligencia) necesitaba información sobre lo que sucedía en la URSS y financió proyectos de todo tipo para conseguir fotografías o mediciones atmosféricas que pudieran indicar los avances de la otra superpotencia en campos como el de los misiles intercontinentales, los bombarderos estratégicos o las pruebas nucleares atmosféricas.
Ante las prestaciones ofrecidas por el motor de reacción y el misil balístico, las potencias vencedoras se disputaron a los técnicos implicados en los programas alemanes para desarrollar los suyos propios. Sin embargo, por una serie de decisiones, los Estados Unidos mantuvieron relegado a von Braun durante un tiempo, mientras los dirigentes soviéticos sacaron del Gulag a Serguéi Koroliov para que retomase los programas de misiles abandonados años atrás. Al poco tiempo los segundos iban más adelantados que los primeros en misiles y cohetes. Carl Sagan (1996, p. 247) indica que dicha ventaja fue inicial, cuando los soviéticos contaban con algunos prototipos de una potencia superior y una tasa de éxitos también superior a la presentada por los norteamericanos, pero esa situación se invertiría posteriormente. 

Es nuevamente Carl Sagan (1996) quien recoge la sorpresa de los dirigentes de la URSS y los Estados Unidos respecto al interés del público por el tema espacial cuando, unos años después de comenzar las primeras pruebas con los nuevos misiles balísticos, los soviéticos demostraron que se podía llegar al espacio exterior con el Sputnik 1. Más aún, los éxitos soviéticos crearon cierto pánico en la población estadounidense al sentirse vulnerables y en inferioridad tecnológica frente a su enemigo. El mismo Sagan (1996, p. 212) recogió ese sentimiento y la reacción inmediata de los políticos para dar prioridad a los temas aeroespaciales. El astrobiólogo transcribe el interrogatorio mantenido en 1958 entre Daniel J. Flood, presidente de la subcomisión para asignaciones de la defensa y representante del partido demócrata por Pensilvania, y Richard E. Horner, secretario de la asesoría para la Fuerza aérea de los Estados Unidos. Ante la petición de una partida considerable de fondos para la investigación espacial, la subcomisión realizó tres preguntas a Horner y, tras responderlas, Flood declaró:  
Deberíamos darle todo el dinero, todo el hardware y todo el personal que precisen, sin importar lo que otras personas puedan opinar o querer, y pedirles que se suban a una colina y que lo hagan sin contemplaciones. Con un vigor como el demostrado por las dos partes en los aspectos técnico, económico y de comunicación pronto comenzaron a ser familiares para las personas de toda clase y condición los cohetes de gran tamaño, las imágenes de cápsulas reentrando en la atmósfera, los trajes presurizados, las escafandras...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu cometario para mejor el blogger, ¡gracias!